Aquí un resumen de lo que se habló en #BeersValencia de Public Affairs

El pasado jueves tuvimos la oportunidad de escuchar al presidente de la Asociación Valenciana de Politología, David Sabater en una de las sesiones de Beers and Politics que se organizó en Valencia. El asunto principal de la charla fue dirigida hacia los Public Affairs y cómo se desarrollan, puesto que Sabater trabaja de lleno en eso en su puesto de consultor en la multinacional Atrevia.

Aquí os dejamos un pequeño resumen de lo que fue su intervención para todos aquellos que no pudieron estar y que, sin embargo quieren aprender todo lo que se pueda y más sobre este apasionante tema.

Beers Valencia y AVapol

Dimensión ETIMOLÓGICA: ¿qué significa publics affairs? ¿por qué denominamos así a esta actividad? 

Esto no es un tema baladí, por varias cuestiones:

– El trabajo en public affairs ha evolucionado muchísimo hasta su profesionalización y ha recibido distintos nombres. Lobby, presión corporativa, relaciones institucionales, government relations, etc.

– Estos nombres, el denominar de una u otra forma a este ámbito ya marca su percepción, genera un marco mental y propicia predisposiciones y expectativas. Esto es: teoría del framing o de los marcos de George Lakoff.

– Estas diferentes denominaciones, junto con el hecho de que, actualmente, sigue sin estar completamente profesionalizado, tiene una consecuencia Le llamamos public affairs a actividades que no lo son, y confundimos public affairs con otros ámbitos.

Así pues, el nivel ETIMOLÓGICO es aquí importante. Se denomina etimología al estudio del origen de las palabras, de la cronología de su incorporación a un idioma, así como de la fuente y los detalles de sus cambios estructurales de «forma» y de significado.

Antes de ver que son los publics affairs, y por qué empresas y actores sociales, vamos a ver lo que NO son public affairs… Pero que frecuentemente relacionamos con ellos.

  1. a. Lobby: por lobby entendemos las acciones dirigidas exclusivamente a influir sobre la administración y el gobierno. Se intenta impulsar o frenar la acción política o legislativa para favorecer unos intereses, propios de una empresa, de un sector o de un grupo social. Etimológicamente, ha habido poca variación: el lobby es la zona común o pasillos de los edificios. Y en sus orígenes, el lobby era eso exactamente: empresarios y representantes de ciertos sectores asaltando a los parlamentarios ingleses en los pasillos adyacentes a la Cámara de los Comunes.

¿Qué marco mental impulsa entonces este concepto? El mal absoluto. Opacidad, gente poderosa con maletines, reuniones fuera del ojo público, intereses ilegítimos… Esto es así hasta el punto de que asociamos lobby a nuestros ámbitos empresariales, digamos “menos favoritos”: el lobby de las farmaceúticas, el lobby de las eléctricas, el lobby automovilístico, el lobby de la industria militar. En cambio, no lo usamos con grupos que presionan constantemente, pero que nos caen bien. Ejemplo Movimiento LGTB VS Lobby Gay.

Por esto, los public affairs NO son lobbieslos public affairs NO son opacos, sí están fiscalizados y no obedecen a intereses ilegítimos. 

  1. b. Relaciones institucionales/government relations: esta actividad, desarrollada de forma profesional, supone crear canales de interlocución con las administraciones públicas. O si los había, mejorarlos a fin de que la comunicación sea más fluida.

Esta misma actividad misma actividad, desarrollada de forma poco profesional, supone impulsar contactos poco normalizados con gobiernos e instituciones. Se crean así relaciones NO basadas en la necesaria interlocución entre un gobierno y un agente privado, sino en relaciones de confianza e incluso de intercambio de favores. Entramos aquí en ese terreno pantanoso de “yo conozco a alguien que te lo puede solucionar”, “hay un diputado que es un muy amigo mío” o el terrible “conozco a gente que me debe un favor”. Esto frase, la última vez que la escuche, fue hace 3 semanas. En boca de un rebotado de Canal 9 y respecto su forma de trabajar con los compañeros de medios de comunicación: “me deben favores”. Aquí entra la famosa figura, muy consolidada en el levante español, de “el conseguidor”.

Por tanto, las relaciones institucionales NO son asuntos públicos: no lo son porque, a nivel profesional, los public affairs van más allá de la generación de canales de interlocución. Y fuera de este nivel profesional, un especialista en public affairs no es un conseguidor ni alguien “muy bien relacionado”.

Entonces, ¿qué son los public affairs?

Los public affairs es una mezcla de los conceptos anteriores, siempre en su vertiente profesional:

Es la actividad desarrollada por empresas y otros grupos dirigida a crear y mantener relaciones normalizadas con gobiernos e instituciones, con un triple objetivo:

  1. a. Fomentar un conocimiento mutuo
  2. b. Informar sobre su actividad, proyectos y puntos de vista
  3. c. Proteger e impulsar sus legítimos intereses (influir)

¿Qué hacemos quienes nos dedicamos a esto? 

¿Cómo ayudamos a crear puentes, a influir a hacer que una empresa sea tenida en cuenta? 

  1. a. Conocer a una empresa o grupo (detectando sus necesidades reales)
  2. b. Analizando su actividad y el estado de las relaciones
  3. c. Informándole sobre el contexto político, legal y administrativo en el que se mueve
  4. d. Localizando a los actores de referencia dentro de este contexto. NO poniendo contactos propios a su disposición, sino ayudándole a generar sus propios contactos de forma adecuada.
  5. e. Localizando a otros stakeholders y foros de interés
  6. f. Aconsejándole sobre cómo dirigirse a ellos: o Forma`
  7. o Canal
  8. o Tiempo
  9. a. Son empresas de perfil relacional bajo. No están acostumbradas a relacionarse con administraciones e instituciones fuera de los estrictamente reglamentario: permisos, autorizaciones, pago de impuestos, etc.
  10. b. Incluso algunas son reticentes, y prefieren “no mezclarse en política”. Por las sospechas, no nos equivoquemos, van en el doble sentido: muchas empresas también piensan que los poderes públicos quieren tener una relación con ellos por mero interés: por apuntarse tantos electorales, por crear asociaciones de imagen… Son muchas las empresas que prefieren, simplemente, dedicarse a lo que mejor saben hacer.

Vamos a bajar esto a la experiencia diaria:

Cuando pensamos en empresas que necesiten de una estrategia de public affairs, tendemos a pensar en multinacionales con un ejército de gente in house dedicada a esto. Y con el típico CEO que está todo el día en foros, conferencias… empresas de perfil alto.

La realidad es que el caso más común es el de empresas MUY GRANDES. Multinacionales, con una enorme facturación, con cientos de empleados, líderes en el sector… pero que se ocupan, exclusivamente, de lo que saben hacer. De trabajar en su sector, y de conseguir los mejores resultados.

¿Problema de esta falta de relación? Ningún agente social, ni público ni privado, es una isla. Los cambios legislativos y tecnológicos son constantes, los actores se han multiplicado y la sensibilidad social con muchos temas es más evidente que nunca. Y a esto le añadimos la hiperfiscalización de los medios de comunicación y las RRSS.

En un contexto tan complejo: el hermetismo y la falta absoluta de comunicación, no es una opción. 

Pueden surgir numerosas cuestiones en las que la capacidad de capacidad de reacción depende del trabajo relacional que previamente se ha realizado. Estas cuestiones pueden traducirse en riesgos reputacionales puntuales, en focos de tensión con una administración pública o incluso poner en riesgo la normal actividad de una compañía.

RESUMEN

Una estrategia de Public Affairs correctamente gestionada permite mostrar al mundo institucional lo que hace una compañía: a lo que se dedica, su contribución a la sostenibilidad, al desarrollo tecnológico, al desarrollo económico, y su aportación a la sociedad. Presentar y dar a conocer los intereses, las actuaciones y la cultura de una compañía a su entorno le permite asegurar que su punto de vista, sus propuestas, sus mensajes y sus intereses serán

tomados en cuenta por aquellos que toman las decisiones desde el punto de vista político y normativo. Esto se vuelve cada vez más prioritario en un mundo que parece tender hacia la hiperregulación de las actividades de muchos sectores empresariales, ya que crece la conciencia del impacto de las compañías en la sociedad y el entorno en el que se mueven y al que pueden afectar tanto positiva como negativamente.